martes, 14 de julio de 2009

El cariño por el cartel empezó...

Un diseñador siempre tiene una pizca de miedo al rechazo o más bien a la poca aceptación por parte del cliente o del público en general. Cuando uno diseña, lo que pretende es que su mensaje no sólo llegue a todos de forma clara y precisa, sino que adicionalmente les guste. Al igual que cuando uno participa en un concurso, siempre ingresa con el anhelo de ser seleccionado. Nadie me va a decir que disfruta cuando no ve su nombre en las listas de seleccionados. Pero vale la pena pasar por esa angustia de saber si uno entró o no en las listas o tuvo una buena aceptación de su trabajo para saber si está en el buen camino como diseñador. 

Personalmente me someto a la incertidumbre de ser o no seleccionado al participar en diferentes eventos internacionales. Por fortuna a veces me seleccionan y eso me satisface, pero cuando eso no pasa, reflexiono, pienso en las diferentes visiones que cada cultura tiene sobre diseño. Lo que para un chino es un cartel, no lo es para un sudamericano, un europeo o viceversa.

Este cartel lo realicé para la segunda bienal del cartel de Bolivia y fue el que hizo que me enamorase de este medio de expresión, sobretodo por lo que producía en la gente, reacciones que llevaban a la reflexión de cada persona sobre una problemática social, los niños de la calle que esnifan pegamento.

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